REMEMBRANZA DE ALGUNOS MOMENTOS VIVIDOS CON MI AMIGO EL "SHIGI" JOAQUIN MIRO QUESADA.
MI AMIGO “El SHIGI”.
Remembranza de algunos momentos vividos con Joaquín Miro Quesada, una de las auténticas Leyendas del Surf Peruano de los años 60.
Autor : Carlos Barreda Costa. Mayo, 2020.

Joaquín Miro Quesada, “El Shigi”, en Banzai Pipeline – Hawaii, corriendo la que sería su última ola, el 5 de marzo de 1967.
Nos situamos en una soleada mañana del verano del 66, en la playa de Miraflores:
-Lo siento, no podemos llevarte. No eres de la CCC.
Así respondía, muy serio, Joaquín al fornido tablista que intentaba unirse a nuestro grupo esa mañana. Algo frustrado, no le quedaba al joven aspirante otro remedio que tomar su tabla y lanzarse, como lo hacía todos los días, a surcar las olas de la Reventazón de Miraflores, que por esos días era la playa más popular.
El veloz Corvette guinda, atiborrado de tablones sobre la parrilla, partía raudo con rumbo a buscar mejores olas y nuevas aventuras, dejando atrás a un grupo de muchachones que miraban con admiración y no poca envidia a los que partían. En el auto, mientras conducía, el Shigi comentaba con su risa sarcástica:
-No lo podíamos llevar, es un perro, que sería si llevamos a cualquier perro…
-Pero está corriendo muy bien en la Reventazón. ¿No lo han visto últimamente? -Advertía el Fakir algo decepcionado, porque el que habían rechazado era amigo suyo-.
-Cualquiera que se pase todos los días practicando puede correr bien en la Reventazón; ¡esa playa es de perros! No se trata solo de correr bien; para dejar de ser perro hay que tener clase, otra mentalidad y a ese todavía le falta mucho. – reafirmaba el Shigi- .
-Además creo que es fariseo - agregaría el Gringo- , solo anda con pituquitos del Roosvelt y del Santa María.
La CCC, para no dejarlos con la curiosidad, era una logia o clan imaginario creado por Shigi y nuestro grupo, para reírnos un poco y divertirnos a costa de los demás tablistas, sobre todo cuando nos preguntaban -¿qué es la CCC?- . Venía de las iniciales “Collera de Corredores Capos”, una mera tontería que se nos había ocurrido, como pueden ver.
Joaquín se inició en el deporte de la tabla por el año 59, en el Club Waikiki de Miraflores, con su amigo inseparable de esos tiempos, nuestro primer Campeón Mundial Felipe Pomar. Según un relato del propio Felipe que encontré en el libro - The Early History of Peruvian Surfing, By Malcolm Gault-Williams- ambos tenían unos 14 años entonces y comenzaron a practicar diariamente todo ese verano, pero al terminar el sol, a diferencia de los demás tablistas que solían aparecer solo en los veranos, ellos siguieron corriendo todo el invierno, a pesar de que aún no se utilizaban los trajes térmicos o wetsuits. Para poder resistir la fría agua de nuestro invierno, subían y bajaban las escaleras del acantilado varias veces y hacían todo tipo de ejercicios antes de entrar al mar. Esto además los mantenía en buena forma. Con este entrenamiento, en un par de años dominaron las olas de Miraflores siendo introducidos por Pitty Block y Pancho Wiese a las Olas Grandes, que en esa época se encontraban en la playa de Kon Tiki, en la bahía de punta Hermosa.
Pocos años después Felipe se mudaría a Hawaii, donde pudo ganar más experiencia y de donde como sabemos regresó en 1965 para ganar en Campeonato Mundial de Tabla en Punta Rocas. Shigi por su parte permaneció en el Perú, recorriendo nuestras costas en busca de nuevas playas, donde rompieran las olas más grandes, mejor formadas y sobre todo tubulares. Se le reconoce haber tenido un rol protagónico en el descubrimiento de varias de las mejores rompientes que actualmente conocemos; Pico Alto, Cerro Azul, El Silencio, La Herradura, Pasamayo, Bermejo y muchas otras. También comenzó a interesarse en la fotografía, para lo cual mostró tener un talento muy especial.
Llegó a coronarse Campeón Nacional de Tabla en los años 63 y 64, pero aparte de ser un destacado competidor, lo más admirable en él, según todos los que tuvimos la suerte de conocerlo, era su pasión por la Tabla. “Si existió algún hombre que consagró su vida entera al culto de la tabla, ése hombre fue Joaquín Shigi Miró Quesada” -según una acertada expresión que encontré en el Libro 5000 años surcando Olas-La Historia de la tabla en el Perú.
Nosotros lo conocimos en las olas de Miraflores, por el año 62, y como nosotros me refiero a un reducido grupo de nuevos fanáticos de la tabla, que también comenzaba a correr olas todos los días, invierno y verano. Era el grupo del Club Makaha, que incluía a los hermanos Barreda, los Hanza, el Chino Malpartida, al que fueron sumándose Hector Grisolle, el Cholo Bouroncle, Pocho Awapara, La Bruja Letts y varios otros. Shigi era unos 4 años mayor que nosotros; al comienzo solo lo admirábamos, deslizándose sobre las olas de la Reventazón junto a Felipe Pomar, Pancho Aramburú y otros grandes Campeones de ese momento, pero como tenía que suceder, pronto nos hicimos amigos, ya que compartíamos la pasión por las olas.
A Shigi gustaba mucho salir a explorar en busca de nuevas playas, tratando de encontrar la ola perfecta y más tubular. Aún puedo recordar sus aullidos de emoción cuando conseguía entubarse en una buena ola. Pero tampoco le temía a las olas gigantes, como lo demuestra su participación en el descubrimiento de Pico Alto en junio del 65, cuando acompañado por Miguel Plaza y Pancho Aramburú, se aventuraron a correr por primera vez esa inmensa ola que rompe como un kilómetro mar adentro en Punta Hermosa. En esos años ya podía verse casi diario a un nutrido grupo de tablistas en las olas de Lima, pero cuando uno salía a playas más alejadas era casi seguro que no ibas a encontrar a nadie. Era lo contrario a lo que sucede ahora, en que cuando decides ir a correr a una playa apartada, ruegas que no haya demasiados tablistas; más bien tenías que buscar a alguien que te acompañe, para no tener que correr solo, lo cual no era lo más divertido, ni seguro. Fue así que comenzamos a acompañarlo en sus aventuras tablísticas, ya que nosotros éramos siempre “materia dispuesta” como suele decirse.
Cuando a Shigi se le ocurría que una playa podría estar reventando bien ese día, no había nada que lo detuviera para llegar hasta ella. Podía despertarnos a la 6 de la mañana para partir a Bermejo, donde acampábamos y nos quedamos un par de días, o esperarnos a la salida del colegio para llegar ese mismo día a Cerro Azul antes del atardecer. No importaban tampoco las distancias y podía llevarnos sitios tan lejanos como Pacasmayo, a 650 Kms al norte de Lima:
-Me han contado que hay unas olas buenísimas en Pacasmayo; con viento en contra, interminables y son izquierdas, especiales para nosotros los goofies. Tenemos que ir cuanto antes – nos reveló en una ocasión Shigi - Vayan preparando sus cosas para un trip de unos 4 o 5 dias al menos.
Suponíamos que viajaríamos en su Chevy Corvette , pero esta vez solo fuimos hasta la oficina Central del diario El Comercio, donde pasada la media noche abordamos una camioneta grande tipo panel, de la empresa Costandina S.A. De ahí comenzó una loca carrera hacia el norte, solo nos deteníamos unos breves minutos en cada pueblo o ciudad, para arrojar un fardo de periódicos. Esa era la forma en que entonces se hacían llegar los diarios cada madrugada al norte peruano, al menos hasta Pacasmayo, porque allí nos bajamos todos nosotros con nuestras tablas; El Gordo, El Gringo e Ivo Hanza, Shigi y Yo, para ir en busca de las olas.




Rumbo a Pacasmayo en “La Costandina S.A” De izquierda a derecha aparecen Shigi, El Gringo e Ivo Hanza y El Gordo Barreda. Yo debo haber tomado la foto porque no aparezco.
Otro aspecto que me acercó a Shigi fue la afición a la fotografía que compartíamos. Mi abuelo tenía un pequeño estudio fotográfico en su casa y desde niño aprendí con él los secretos de la fotografía en blanco y negro, incluyendo el revelado y la ampliación. Joaquín, desde que lo conocimos, siempre andaba con cámaras y equipos fotográficos, tratando de plasmar en sus fotos las inolvidables sesiones de buenas olas y cualquier momento o lugar que le pareciera interesante. Era muy perfeccionista y no se contentaba con cualquier foto; quería obtener la toma perfecta en cada ocasión, aunque para esto tuviera que quemar varios rollos de fotos. Nos turnábamos para oficiar de fotógrafos por lo general el propio Shigui, Ivo Hanza y Yo, ya que el resto del grupo no tenía la paciencia y habilidad para obtener buenas tomas.
Regresando de correr olas, cansados al final del día, Shigi y Yo íbamos algunas veces a revelar las fotos hasta el estudio fotográfico de El Comercio, en el Centro de Lima, porque no podía esperar al día siguiente para verlas. Así era de fanático.
Para evitar ir hasta el Centro, habilitó unos meses después un estudio fotográfico completo en la azotea de su casa, en la avenida Javier Prado Oeste. Allí pasábamos largas horas, sobre todo en las noches después de alguna sesión de olas memorables, revelando y ampliando las fotografías, que en su mayoría eran en blanco y negro, aunque al final ya comenzamos a incursionar en los slides y las fotos a color. En los momentos de descanso bajábamos a tomar un refrigerio a la casa y a veces conversábamos con su hermana mayor Pina, que siempre era muy amable con nosotros.

Shigi, suspendido en la punta de la tabla y elevando los brazos con su estilo característico. Memorable Foto que le tome del agua con la cámara “Nikonos” en la primera sección de Cerro Azul. Una de las pocas que se han podido rescatar de esa época.
Su partida fue algo tan inesperado que nos dejó a todos fríos, y por supuesto desconsolados. Había salido en diciembre del 66 hacia Hawaii lleno de entusiasmo; que mejor proyecto para un apasionado de las olas como él que ir al North Shore, donde lo esperaba su amigo Miguel Plaza, y se reuniría con Felipe Pomar y otros amigos comunes.

El Shigi feliz en el North Shore, con su amigo Miguel Plaza. Ambos se habían dejado crecer la barba. Marzo del 67.
Nos cuenta nuestro amigo Chuck Shipman, que la mañana de ese trágico 5 de marzo del 67, Shigi se había corrido probablemente la mejor ola de su vida, entubándose profundamente en el Pipeline. Pero en lugar de darse por satisfecho por ese día, luego de un breve descanso ingreso al mar otra vez en la tarde, siendo tragado por un tubo en la última sección de la ola, donde existe un peligroso arrecife y hay muy poca agua. Sufrió un duro golpe en la cabeza y no salió más a flote. Según relato de Miguel Plaza, que se encontraba corriendo en Sunset Beach esa tarde, fue el famoso Maestro del Pipeline, Butch Van Artsdalen quien trató de rescatarlo, pero solo pudo recuperar su cuerpo un rato después, cuando ya estaba siendo arrastrado mar adentro por la fuerte corriente. Era el primer tablista renombrado que perdía la vida en esta peligrosa playa.
Ese mismo día, cuando recibimos la noticia en mi casa mediante una llamada telefónica, no podíamos creerlo; lo habíamos visto partir poco antes , tan lleno de vida y entusiasmo, que era muy difícil aceptar que algo así podría suceder. Nos costó mucho recuperarnos de ese golpe bajo de la vida, pero con el paso del tiempo las heridas van cicatrizando y más bien hemos comenzado a valorar su importante legado para el deporte de la Tabla. Shigi constituyó un motor, un modelo, una inspiración para los tablistas de su tiempo y las generaciones que siguieron; Su ejemplo nos impulsó a superarnos en este deporte, a buscar olas cada vez mejores, a salir a descubrir nuevas playas. Su memoria aun nos sigue acompañando hasta ahora, a pesar de los años que han pasado, sobre todo a los que lo conocimos de cerca y pudimos apreciar su enorme pasión y amor por este deporte que nos une.
Carlitos que hermosa publicación, sé de tu pasión por las olas y estoy segura que pronto volverás a disfrutar de ello. Un abrazo muy fuerte.
ResponderBorrarCarlitos que hermosa publicación, sé de tu pasión por las olas y estoy segura que pronto volverás a disfrutar de ello. Un abrazo muy fuerte.
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